Restaurante Le Marmiton

Le marminton

Cuando empezamos a preparar el viaje a Bruselas, lo primero que trazamos fue la ruta de gofres que íbamos a probar durante los 3 días que estaríamos en la ciudad, pero claro, no de gofres íbamos a poder vivir (o si, a la vista de todos los locales que visitamos).

Viendo los precios desorbitados que manejaban los restaurantes de lujo, sobre todo los restaurantes especializados en la cocina belga y de autor, descartamos tal opción, pues cuando salimos al extranjero y como leeréis en muchos de nuestros artículos, no merece la pena pagar dos y tres veces más de lo que se paga en España, que es donde mejor y más barato se come, a pesar de lo que dice mucha gente.

Localizamos el Restaurante Le Marmiton y reservamos mesa, la que sería la primera parada gastronómica del viaje. No estábamos muy convencidos los días previos al viaje de ir a este restaurante, ya que se encontraba en una de las zonas más turísticas de Bruselas, en la Galería de la Reina (Galerie de la Reine, 38), donde, por lo general, los precios se duplican y comes francamente mal. A veces es mejor acabar en una franquicia, que ir a este tipo de sitios que te recuerdan a los restaurantes cutres de Benidorm.

La carta, sobre el papel tenía buena pinta y las propuestas (nada del otro mundo) alentaban a poder disfrutar de una comida agradable para aterrizar en la capital belga con buen pie.

Pero nada más lejos de realidad. Fue una comida para olvidar. No solamente nos sentaron en una mesa de las dimensiones de una loseta, sino que la cocina vimos que se encontraba en la planta de arriba, los platos bajaban al salón donde nos encontrábamos, en un ascensor pequeño de comida (como el que habréis visto millones de veces en las películas) y ya presagiábamos la mayor de las decepciones en los platos. Así fue.

Optamos por pedir unas croquetas de quisquillas, cuya receta (se supone) que era a la antigua, pero las quisquillas, por lo visto se quedaron ese día en Motril, pues aparte de servirnos dos croquetas en un plato, al módico precio de 12,75 € (casi 7 € cada croqueta), las croquetas parecían yeso de enlucir la pared.

Como segunda opción y ya de perdidos al río, pedimos el hojaldre de queso de cabra caliente, manzanas caramelizadas con miel salvaje. Para olvidar.

Lo único que mereció la pena fueron los mejillones “Marmiton”, ligeramente picante y aderezados con estragón fresco, ajo, tomate, nata, perejil, cebolla y apio.

La cuenta era la esperada, 80 € por pareja sin despeinarnos. Aquí no bajas de 40 € por barba aunque quieras. Menos mal que el gofre que nos comimos después en Maison Dandoy nos hizo olvidar todo lo anterior, pues fue el mejor que probamos en Bruselas.

* FECHA DE LA VISITA: JUNIO 2018

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